lunes, julio 28, 2014

Sentirse en casa en el Universo

Colaboración de Juan Medrano

Neil Shubin
Neil Shubin (1960) es un paleontólogo de prestigio, catedrático en la Universidad de Chicago y un brillante divulgador que en The Universe within hace un recorrido por la historia de la vida arrancando desde el mismo momento del Big Bang hasta nuestros días. Y lo hace de una manera que resulta tan amena como seductora, ya que el libro puede resumirse en la forma en que los acontecimientos cósmicos, planetarios, geológicos y climáticos han determinado la existencia de la vida tal como la conocemos. Y la existencia de nuestra propia vida.

Desde el Big Bang, que culminó en la formación de los astros, hasta cambios o características más locales del sistema solar, como las peculiaridades del Sol, la ubicación de nuestro planeta a una distancia del mismo que permite la existencia de agua en estado líquido, o incluso la fuerza gravitatoria de Júpiter, los fenómenos cósmicos han dejado una huella que ha influido en las condiciones en nuestro planeta, que a su vez han favorecido la existencia de la vida en su forma actual. El cataclismo que dio lugar a la formación de la Luna alteró también nuestro planeta, lateralizando de su eje, lo que generó cambios estacionales con un claro papel en la vida.

Los fenómenos y mecanismos biológicos y geológicos están encadenados. El metabolismo fotosintético de las algas generó una gran cantidad de oxígeno en la atmósfera terrestre que permitió el aumento de tamaño de los organismos y la multicelularidad. La Biología, a su vez, condicionó la Geología, con cambios en la composición de las rocas y fenómenos oxidativos por la creciente presencia de oxígeno en la atmósfera. Por incidir en cambios planetarios relativamente recientes, la apertura del Océano Atlántico generó una mayor superficie costera, lo que a su vez dio lugar a una mayor erosión y al depósito de sedimentos en el fondo oceánico. Estos sedimentos cubrieron las células muertas presentes en los fondos marinos, evitando la propagación hacia la superficie de productos de su putrefacción que hubieran dado lugar a un mayor consumo de oxígeno atmosférico. Al no producirse este consumo, la concentración de oxígeno en la atmósfera permitió, según explica Shubin, la proliferación de los mamíferos, que precisaban de un elevado gradiente de oxígeno para garantizar la transmisión del mismo al feto a través de la placenta. Los mamíferos, por su parte, son una estirpe que sobrevivió a cataclismos previos (como el que determinó la extinción masiva de los dinosaurios) porque estaban muy extendidos por el planeta, lo que permitió que los que habitaban nichos relativamente poco dañados se vieran seleccionados y pudieran extenderse posteriormente a otras regiones.

Otro fenómeno geológico que ha determinado la forma de la vida que conocemos es el enfriamiento progresivo de la Tierra. La elevación de la meseta tibetana al chocar las placas asiáticas y de la India generó la más importante presencia de roca desnuda en el planeta, lo que permitió fijar el carbono atmosférico procedente de la lluvia ácida y lo que podríamos llamar un anti-efecto invernadero que enfrió el planeta. El nuevo clima motivó una nueva distribución del agua y del hielo, un descenso del nivel del mar y una riqueza forestal en zonas del planeta donde vivían los antecesores primates del género homo. Esta variedad favoreció la existencia de hojas de diferente textura y cualidades nutricionales, identificables a través del color, lo cual, a su vez, seleccionó que los primates del mundo antiguo y sus descendientes (incluida nuestra especie) tengamos visión en color.

En definitiva, con estos ejemplos y muchos otros, Shubin nos plantea que toda la Biología depende y es consecuencia (e interactúa) con fenómenos de otros tipos que hacen que la forma de la vida que conocemos sea una consecuencia más o menos inevitable de esas circunstancias. Y todo ello está impreso en nuestro genoma. La adquisición del dominio sobre el fuego, que permitió cocinar los alimentos, seleccionó y potenció la capacidad de absorber y metabolizar ventajosamente ciertos alimentos, en especial de origen animal; la ganadería ha seleccionado una mutación que permite que el ser humano tolere la lactosa en edad adulta. La historia de la vida y de la especie está recopilada en el genoma. El azar de los fenómenos cósmicos, de la historia local del planeta, de las variaciones climáticas y de la introducción de prácticas tecnológicas y culturales como la cocina, la agricultura y la ganadería, está detrás de la evolución y diferenciación de la vida y registrado en ella para quien sepa interpretarlo y leerlo.

Los átomos que conforman nuestro cuerpo provienen de la misma explosión de la que proviene todo el Universo, y se reciclarán, a nuestra muerte, como han venido haciéndolo desde el inicio de los tiempos. Por este motivo, los seres vivos somos historia y somos futuro. Retomando la idea de William James de que la experiencia religiosa proviene del sentimiento de “estar en casa con el Universo”, Shubin plantea que al estar nuestros cuerpos compuestos de partículas derivadas del nacimiento de los cuerpos estelares y puesto que contienen órganos cuya forma y actividad ha sido modelada por la actividad de planetas, la erosión de las rocas y la acción del mar, no es difícil sentirse en casa en cualquier lugar.

El pasado enlaza con el futuro. Actualmente el planeta ha consumido tres cuartas partes de su esperanza de existencia y se calcula que desaparecerá dentro de 1000 millones de años, con la expansión solar. La vida, en el pasado del planeta, ha sido esencialmente unicelular, y con el transcurso del tiempo su diferenciación se ha ido acelerando. Cara al futuro, nuestra especie incorpora cambios culturales y sociales que determinan modificaciones biológicas (la creciente prevalencia de la miopía puede ser una de ellas). La interacción de la tecnología con el planeta y la diferente distribución de los recursos económicos ya vienen modificando el entorno y al nivel de la intraespecie, las posibilidades de supervivencia y de selección. Como plantea el autor, antes de apareciéramos en escena, las algas cambiaron el planeta a lo largo de miles de millones de años; hoy en día, el cambio lo producen ideas que viajan a la velocidad de la luz a través de las tecnologías de la información.

Como recapitulación del libro y de su título, Shubin termina señalando que los antecedentes y los antepasados de nuestra especie se remontan al inicio del Universo; tenemos una historia que abarca 13.700 millones de años y que nos conecta con planetas, galaxias y otros seres vivos: “Hay algo casi mágico en la idea de que nuestros cuerpos, mentes e ideas hunden sus raíces en la corteza de la Tierra, el agua de los océanos y los átomos de los cuerpos celestiales. Las estrellas del cielo y los fósiles del suelo son un recuerdo constante de que aunque el ritmo de cambio en el ser humano no deja de acelerarse, no somos más que un eslabón reciente en una red de conexiones tan vieja como el Universo”.

Referencia





1 comentario:

Miquel dijo...

Excelente entrada.
Hace algún tiempo escribí mi particular visión de la historia del cosmos en muy pocas palabras. Aquí les dejo el enlace por si gustan.
http://memoriasdesoledad.blogspot.com.es/2012/05/destino.html
Un saludo