sábado, abril 09, 2016

Rubias

Colaboración de Juan Medrano


En 1953, Jane Russell y Marilyn Monroe protagonizaron una exitosa película –“Los caballeros las prefieren rubias”- basada en un musical de Broadway del mismo título. El final feliz y acaramelado del film (la rubia Lorelei y la morena Dorothy se casan con sus enamorados en una ceremonia doble) no refleja preferencia alguna por parte del sexo (perdón: género) masculino, pero el título de la obra señala la fascinación que despiertan las mujeres de pelo claro, algo que años después comprobó un equipo de investigadores con un curioso estudio. Los autores analizaron con un procedimiento fiable cuál era el color del pelo de las mujeres que entre las décadas de los 50 y los 80 aparecieron en las portadas de dos revistas femeninas (Ladies Home Journal y Vogue) y en las páginas centrales de la revista masculina por antonomasia (Playboy). De entre las 750 observaciones que reunieron, la proporción de rubias en cada revista superaba claramente a la tasa existente en la población general, pero esta desproporción era especialmente acusada en la muestra procedente de Playboy.


Otro estudio, tal vez de consecuencias prácticas más importantes, demuestra que el color del pelo de las camareras influye en la cuantía de las propinas que dan los clientes masculinos. El experimento, que se debe a la inventiva e ingenio del francés Guéguen, contó con la colaboración de diversas camareras de diferentes establecimientos que en aras del avance de la Ciencia se avinieron a portar pelucas rubias, pelirrojas, de color castaño, u oscuras, mientras el autor calibraba la cuantía de las propinas que recibían con cada atavío capilar. Resultó que los varones daban propinas más generosas cuando las camareras iban de rubias; las propinas concedidas por las clientes femeninas, empero, no mostraron modificación alguna en función del color de pelo de la camarera. 

El pelo rubio, como otros caracteres a los que suele ir asociado -la piel clara y los ojos azules- son recesivos, una relativa rareza, por lo tanto, que tiende a diluirse con la hibridización y el mestizaje. Por lo tanto, su conservación e incluso su predominancia en algunos colectivos humanos exigen alguna explicación. Hay que aclarar que nos referimos a las poblaciones rubias caucásicas, ya que este color de pelo es especialmente prevalente en ellas. Hay otros rubios en el mundo, como los nativos de las islas Solomon, en la Melanesia, donde el tono rubio del pelo se combina con piel muy oscura. En este colectivo, el pelo claro no proviene de hibridización por conquistadores o colonos europeos, sino de una mutación única en el gen TYRP1 que, además, no está implicado en el pelo rubio europeo. Según una investigación sobre tan peculiar fenómeno, la mutación apareció en algún momento entre hace 5.000 y 30.000 años, lo que en términos cronológicos, más que una horquilla es un espagat.
  

Desde el punto de vista evolucionista, para explicar por qué hay rubios, se invoca a la selección natural y a la selección sexual, con argumentos que remiten a un mismo marco cronológico y geográfico. Sitúese quien lea esto hacia el final de la última glaciación. En aquella época hay que pensar que en Europa, lo que se dice horas de sol no habría muchas, por lo que un humano más o menos moreno, generosamente pigmentado con melanina, no se beneficiaría demasiado de la escasa luz solar que recibiría su piel. De esta manera se vería muy coartada la síntesis de la provitamina D3, para la que es necesaria la exposición a rayos ultravioleta B. Hoy en día se plantea que la vitamina D (o calciferol, para los amigos) es más propiamente una hormona, es decir, un producto de nuestro organismo, y se la vincula cada vez con más procesos fisiológicos (su importancia en la depresión, por ejemplo, tiene cada vez más eco), por lo que andar justito de ella no podía ser más que una desventaja en aquel medio ancestral. Además es posible que los humanos de aquella época, en la que no se habían inventado las tiendas de dietética ni la compra online, tuvieran complicado hacerse con aceite de hígado de bacalao (rico, como se sabe, en vitamina D), con lo que ciertamente quien estuviera en condiciones de garantizar una adecuada realización de todos los pasos intermedios en la síntesis del calciferol tendría una ventaja evolutiva. Esto explicaría la piel clara, pero aunque el pelo rubio suela ir en el mismo pack, sería muy oportuno encontrar una justificación para su existencia y mantenimiento, y para ello viene en nuestro auxilio la selección sexual.

Selección sexual que como mecanismo tiene la ventaja de que explicaría mejor cómo en un periodo de tiempo relativamente breve algunas poblaciones humanas se han rubificado de forma tan generalizada. Las diferentes líneas de investigación e hipotetización convergen en la fascinación que supone que el pelo rubio no se asocia a un solo alelo, sino al menos a siete, por lo que hace falta, efectivamente, generar una explicación satisfactoria. Para ello hay que volver a los coletazos de la última glaciación. Es una época en que está complicada la división de trabajo que conocemos en las poblaciones ancestrales, de cazadores-recolectores. Efectivamente, en esos momentos, las recolectoras, que suelen ser las mujeres, tienen pocas opciones de encontrar nutritivos frutos, hojas o semillas, y la fuente de calorías pasa a ser la caza, terreno de los varones. Obvio es decir que en aquellas fechas no existía una tecnología cinegética avanzada, en tanto que podía ser difícil atrapar y dar muerte a presas de cierto empaque, como bisontes y mamuts, por mucho que los varones cazaran en cuadrilla. Cabe, por lo tanto, suponer que para nuestros antepasados la caza estaba repleta de factores de riesgo laboral y, además, generaría muchas bajas. A partir de ahí puede sospecharse, sin riesgo de caer en la exageración, que habría una cierta escasez no solo de carne, sino también de varones.
  
Aunque, a primera vista, la reducción del número de varones podría favorecer una estructura social en la que prevaleciera la poliginia, en la que los varones podrían escoger las parejas que quisieran, la falta de alimento impediría mantener varias mujeres con sus correspondientes hijos. En consecuencia, la escasez de varones no se convertiría en una oportunidad para estos, sino en una necesidad para las mujeres de ser escogidas por alguno de los menos varones existentes, surgiendo así una rivalidad femenina en la que cualquier arma que pueda seducir a varones será una ventaja. Planteada la cuestión así puede sonar a irrespetuosa con las mujeres, pero lo cierto es que no es algo que haya sido anómalo en la Historia, en la que las guerras han sido un poderoso mecanismo para reducir el número de varones que pudieran sostener económicamente una familia o procrear hijos en el marco de la estructura social admitida y garantizar con ello su subsistencia. Tampoco es algo que contraríe, precisamente, la costumbre de prepararse, acicalarse, llamar la atención del sexo (perdón: género) sobre el propio cuerpo, mucho más extendida, hasta la fecha, entre las mujeres que entre los varones.

Así pues, nos encontramos con que las mujeres necesitarían atraer a los varones, y llega un momento en que aparece una mutación que determina que el pelo se haga rubio. Este nuevo rasgo, se supone, causó furor entre la exigua población masculina (los caballeros del Pleistoceno, pues, también las preferían rubias), por lo que las mujeres rubias empezaron a ser especialmente exitosas. Pero, ¿por qué causó furor? El carácter rubio es neoténico, es decir: se presenta más frecuentemente en individuos muy jóvenes (niños y púberes), por los que nuestra especie siente un especial atractivo. Dicho de otra manera, muchos humanos son (fuimos) rubios en la infancia, para devenir castaños o morenos con el paso del tiempo. La juventud está asociada a salud y a capacidad reproductiva, por lo que los varones de aquellas épocas remotas tendrían una inclinación a elegir mujeres que a través de su pelo exhibieran estas cualidades. La neotenicidad (si vale el neologismo) de las rubias no se limita al aspecto externo, sino que se dice que sus comportamientos son más infantiles, de modo que su fenotipo físico y conductual sería un escandaloso aviso de juventud y capacidad reproductiva que seduciría a los varones. No contradice toda esta argumentación, sino que la refuerza, el hecho de que el pelo rubio sea más frecuente entre niñas y adolescentes que entre sus pares masculinos.

Ramachandran va más allá de lo capilar y se centra, de nuevo, en la piel clara que se asocia al pelo rubio. Según postula, la piel clara es una señal honesta de salud, ya que en ella es más difícil disimular una anemia (que se supone sería frecuente en la Prehistoria por infestación de parásitos intestinales) o los efectos del paso de los años (ya que en ella es más ostensible el envejecimiento que en la piel morena). Más aún, puesto que el hecho de que una persona de piel clara se sonroje es en el canal visual tan notorio como el bocinazo de un camión de gran tonelaje en el auditivo, este mecanismo haría que nuestros ancestros prehistóricos intuyeran más fácilmente en las mujeres rubias fenómenos asociados a la rubefacción como la excitación o la atracción sexuales. Por este motivo, a pesar de que los varones tendamos a ser sobre torpes para los detalles (o precisamente por ello) las mujeres rubias resultarían atractivas, casi simpáticas para los zoquetes varones de la época. Dado que pese a los milenios transcurridos los varones seguimos siendo una banda de artaburus a la hora de entender a las mujeres, es posible que esta transparencia (nunca mejor dicha) de piel y emociones favorezca una inclinación hacia las mujeres rubias y, por ello, de piel clara.

Pero para explicar por qué se ha perpetuado un carácter recesivo hasta hacerse predominante en poblaciones enteras humanas hay que invocar otras explicaciones. Una posibilidad es que el pelo rubio permite el reconocimiento de la parentalidad. No debió ser complejo para los humanos erigirse en precursores de Mendel y descubrir que aunque la descendencia de las primeras mujeres rubias no tendría ese color de pelo, a medida que pasaban las generaciones y se cruzaban genes de rubias y rubios o de heterocigotos quedaba claro que de una pareja de progenitores rubios solo podía esperarse descendientes rubios. De esta forma, para los varones rubios elegir una pareja sexual rubia era una garantía de que le sería más complejo cargarles la falsa paternidad de un hijo que tuviera pelo de otro color.
  
Y eso dicen las teorías. Pueden ser discutibles, pero es difícil soslayar el hecho de que el color rubio del pelo tiene algún intríngulis especial y que ese intríngulis algo tendrá que ver con la sexualidad. No solo por el análisis de las páginas centrales del Playboy o el estudio de las propinas que reciben las camareras según el color de su pelo, sino por el hecho de que las mujeres tienden a teñirse más de colores claros que de oscuros. En zonas del mundo donde el color rubio es una rareza, como Latinoamérica, no puede negarse que las mujeres lo adoptan aunque les quede un poco extraño y celiacrucense, y sucede lo mismo en otras regiones en las que al existir más rubias los varones podrían experimentar una cierta saciación que redujera su atractivo. Recordemos, por ejemplo, que la enfermera jefa de MASH era rubia de botellazo, como demostró la escena de la película en la que los cirujanos golfos resolvieron su apuesta al respecto con una actuación gamberra, que la tontería terminológica podría denominar “elegante”, desde el punto de vista metodológico.

Colaboración de Juan Medrano 

Fuentes:
Frost P. European hair and eye color - A case of frequency-dependent sexual selection? Evolution and Human Behavior 2006; 27: 85-103 [Abstract]
Guéguen N. Hair color and wages: Waitresses with blond hair have more fun. Journal of Behavioral and Experimental Economics 2012; 41: 370-2 [Abstract]
Ramachandran VS. Why do gentlemen prefer blondes? Med Hypotheses 1997; 48: 19-20.
Rich MK, Cash TF. The American image of beauty: Media representations of hair color for four decades. Sex Roles 1993; 29: 113-24 [Abstract]
Tolppanen AM, Sayers A, Fraser WD, Lewis G, Zammit S, Lawlor DA. The association of serum 25-hydroxyvitamin D3 and D2 with depressive symptoms in childhood--a prospective cohort study. J Child Psychol Psychiatry 2012; 53: 757-66 [Texto completo]




3 comentarios:

Miquel dijo...

Excelente entrada. La psicología evolucionista explica muchas cosas. Las rubias también nos podrían parecer atractivas porqué su aspecto infantil nos resulta agradable, no por ir ligadas a salud y a reproducción, sino por la ternura hacia los niños que nos fue impuesta por la elevada inversión parental de nuestra especie.

Lansky dijo...

Excelente.

Y aunque intuyo la ironía, y hablando del primer párrafo, no lo llames 'género' (déja eso para la gramática y el bobopensamiento de lo políticamente correcto), sino sexo, como debe ser.

idea21 dijo...

Muy interesante el texto. Pero no termina de aclarar si la piel blanca y el pelo rubio están necesariamente asociados: "El pelo rubio, como otros caracteres a los que suele ir asociado -la piel clara y los ojos azules-"

En cualquier caso, en una raza que presta tanta atención a los factores de interactuación social (como el sonrojo, que se menciona), la piel oscura siempre sería una desventaja, pues hace más difícil leer la gestualidad facial. También el llevar barba. Las mujeres son lampiñas.