lunes, enero 13, 2014

Neurociencia Cognitiva Evolucionista (Entrevista a Manuel Martín-Loeches)

Manuel Martín-Loeches
Durante mucho tiempo se ha creído –y aún hoy muchos autores y el público en general siguen creyéndolo- que la mente humana moderna apareció, pudiera decirse, de repente, hace aproximadamente unos 40.000 años, manifestándose en las pinturas rupestres del sur de Europa, que expresarían nuestro instinto artístico, nuestra capacidad simbólica y, probablemente, el nacimiento del lenguaje. No obstante las evidencias de la paleontología y la arqueología nos sugieren que, si bien lo que conocemos como mente humana moderna es algo relativamente nuevo, no apareció fulminantemente en fechas tan relativamente recientes en la historia humana, u homínina, por utilizar el término más amplio que designa a nuestro género.

Remontándonos en el tiempo, pero realmente no mucho (tratándose de tiempo evolutivo) empezamos a percibir rasgos  típicos de nuestra especie en África del Este y del Sur. De hace en torno a dos millones y medio de años son los restos fósiles de los primeros instrumentos líticos asociados a una especie que estaba muy lejos de tener una mente humana, el australopiteco. Y de hace más de cuatro millones de años existen restos fósiles de primates que se “encaminaban” hacia la bipedestación, como el Ardipitecus ramidus.

Nuestro orgullo primate nos hace pensar en una evolución en la que el cerebro guiase los pasos, pero lo cierto es que los pasos fueron andados durante mucho tiempo sin que se apreciase un notable crecimiento en el órgano que dio origen, “andado el tiempo”, a las nuevas especies homíninas  (los “nuestros”, en algunos de los cuales muchos mojigatos no se reconocerían), y más adelante, a la llamada mente humana moderna (esa presuntamente racional, analítica, cumbre de toda evolución y maravilla de la creación, hecha a imagen y semejanza del creador).

Primero surgieron primates bípedos, y mucho tiempo después, de entre ellos, muchos desarrollaron un cerebro cada vez mayor. La razón de estos cambios hay que buscarla fuera de los propios protagonistas  de los cambios fisiológicos y anatómicos mismos. El telón de fondo de su obra fue cambiando primero, los ecosistemas a los que habían estado adaptados, un auténtico self-service de frutas y verduras selvático y de bosque (bueno, no tan cómodo como sugiere la palabra self-service, pero casi, al menos dentro de la naturaleza salvaje), fueron retrocediendo a causa de grandes cambios climáticos globales que desplazaban el agua y los patrones de precipitación atmosférica y por tanto disminuyendo, frente a otros ambientes el ambiente húmedo. El agua quedaba atrapada en los polos, el nivel del mar descendía, grandes extensiones de tierra se secaban, se desertizaban o, en el mejor de los casos se convertían en praderas, con pocos árboles y muchas hierbas altas. No venía mal en ese entorno nuevo que parecía devorar el bosque una mirada elevada, que por encima de las altas hierbas de sabana pudiese detectar a lo lejos depredadores y….presas, bien se tratase de animales susceptibles de ser asesinados para el propio sustento o, con mayor probabilidad, de animales caídos bajo los dientes y garras de depredadores especializados, como los félidos. Esa mirada alta, en un principio dudosamente orgullosa, la proporcionaba el bipedismo, el tener la anatomía adaptada para permanecer erguidos sobre las patas traseras. Disponer además de una mirada en color, que con anterioridad sirvió a sus ancestros en los bosques húmedos para distinguir frutos, daba a estos primeros miembros de nuestro árbol genealógico alejados cada vez más de los árboles, una ventaja: pudo ayudar bastante a una visión en “cinemascope” bastante eficaz para apreciar las oportunidades y peligros de la sabana en toda su extensión. Pero nos hemos ido demasiado atrás en el tiempo (no en el evolutivo, pero sí en el de la evolución humana): hubo muchas especies que “anduvieron· por ahí, en África del este y del sur, y sus cerebros fueron creciendo en tamaño en gran medida, podría decirse, por la dieta. La sabana no se caracteriza por ser un jardín del Edén de frutos a mano, pero sí por ser un lugar con una gran biomasa animal, con la que los depredadores existentes tenían banquete garantizado y los carroñeros –como probablemente nuestros antepasados- restos de la fiesta bastante suculentos. De ellos supieron extraer deliciosa médula (tuétano), rico en proteínas. ¿Quién sino lo haría? Bueno, había por ahí algunos buitres que arrojaban los huesos contra las rocas y luego bajaban a comer la médula (Robert H. Reichholf). Quizás algún mono listo lo vio e hizo la primera ingeniosa deducción de una mente primate: si el hueso no va a la piedra, que la piedra vaya al hueso. Pero huyamos de ese lejano pasado pues mucho nos queda por caminar erguidos: la fuente de proteínas que proporcionaba el gran banquete servido en la sabana por los rebaños herbívoros contribuyó de manera decisiva a cambiar nuestra organización anatómica y fisiológica, principalmente a aumentar nuestro cerebro (y fíjense que ya hablo de “nuestro”, de “nosotros”, el camino a la mente moderna tenía que comenzar con un espectacular  aumento del cerebro, y éste solo era factible  con un suministro energético que sólo las proteínas animales podían proporcionar. Así que nos saltamos al Homo habilis, Homo rudolfensis, Homo rhodesiensis, Homo ergaster, al Homo erectus, al Homo georgicus, al Homo antecessor, al Homo heildelbergensis e incluso al Homo neandertalensis con gran alegría, y de un saltito chiquitín al paradójicamente poco encefalizado pero aparentemente brillante Homo floresiensis. Hace acaso unos 200.000 años apareció, como tataranieto, nieto e hijo predilecto de algunas de estas especies el Homo sapiens. Y en estos momentos sabemos que usaban el ocre y las puntas de lanza y flecha desde muy pronto (desde el principio mismo por lo que se sabe), y que al menos que hace entre 80.000 y 40.000 años BP (Before Present, resten los creyentes 2000 añejos y será AC; Antes de Cristo) hicieron pequeñas y simbólicas obras de arte, como pequeños amuletos con incisiones que no dejaban lugar a dudas sobre su carácter geométrico o coloraciones de huevos de grandes aves. Estas pruebas de la mente artística no parecen poder asociarse a la religión, como por ejemplo se han relacionado las obras de Europa (la Capilla Sixtina de Lascaux), y sugieren, primero, que la mente moderna no nació necesariamente asociada a la religión, es decir, que arte y religión tuvieron orígenes evolutivos distintos, aunque luego hayan coincidido tan habitualmente, y también que no nació de golpe y porrazo (porrazo de troglodita clásico de viñeta) en unas cuevas europeas entre hace 40 y 35.000 años BP. Pero tampoco nació nuestra mente mucho más atrás: ya hemos hablado del intervalo entre los 80.000 y 60.000 años BP. Eso fue antes del famoso fenómeno del Out of África, o salida de África de los llamados Humanos Anatómicamente Modernos y….¡mentalmente modernos!, que luego parece se mezclaron de distintas formas con las antiguas especies homininas evolucionadas fuera de África tras salir con anterioridad de ella y que hemos mencionado en un gran salto.

Nuestro invitado de hoy no es amigo de los saltos evolutivos. Como especialista del lenguaje echa por tierra la “mutación única” de la gramática universal de Chomsky, Hauser Y Fitche. El lenguaje ha tenido sin duda una mucho más larga evolución que la de la mente moderna. Manuel Martín-Loeches cree –y no ciegamente, sino a partir de las evidencias paleoantropológicas y arqueológicas hoy ya visibles- pues su especialidad es la Neurociencia Cognitiva Evolucionista, que la gradualidad evolutiva darwiniana ha ido dando forma a la mente humana, si bien un cambio sustancial se dio en el humano moderno y pudo tener que ver con cambios genéticos discretos, acaso, pero en genes reguladores relacionados con el tamaño cerebral y su expresión en determinadas zonas de procesamiento cognitivo: para ser más concretos, y dentro del ya renombrado lóbulo frontal, en la corteza dorsolateral, el área de Broca y adyacentes, anatómicamente, y en los procesos de memoria operativa, fisiológicamente. Podría decirse que nuestro cerebro creció, pero lo hizo a su manera. Esto encaja con una adaptación, afortunadamente exitosa, si consideramos un éxito la cultura, la civilización y el estar ahora aquí vivos. En su idea del acrecentamiento de la memoria operativa está en la línea de investigadores tales como los recientemente entrevistado en este blog, y dúo de andazas investigadoras Wynn & Colidge. Más capacidad de procesamiento permitió un lenguaje, una música e incluso unas expresiones artísticas más sofisticadas y, desde luego, un pensamiento simbólico con más símbolos con los que jugar al malabarismo mental de la memoria operativa.

En su libro La Mente del Homo sapiens expone estas y otras ideas en mayor profundidad. La idea que persigue el libro es señalar nuestra singularidad como especie, en qué consiste, a qué se debe. Pero hace muy poco que se ha buscado un socio enormemente talentoso que le ha aportado sin duda mucho en su último trabajo literario: El Sello Indeleble. Este sello es el que ha dejado la naturaleza en nuestro cuerpo, pero también en nuestra mente y sus comportamientos. Somos tan naturales como una oveja pero…¡somos humanos! Así que, visto el abismo (al menos aparente) que nos separa de la oveja, ¿qué nos distingue de ella? o, mejor, ¿qué nos distingue como especie ineludiblemente biológica? Martín-Loeches y Arsuaga persiguen con ahínco la respuesta en el Sello Indeleble. Si un tal Brown habló de los universales culturales humanos, ellos se proponen una empresa más amplia: los universales biológicos. ¿Qué nos hace humanos? Amigos, no me lean a mí, lean el Sello Indeleble (y de paso la Mente del Homo Sapiens).

En esta entrevista hemos preguntado cosas variadas, relacionadas con el trabajo del autor solamente de modo muy tangencial. Sabíamos que podíamos crear un nuevo adagio respecto a la relación pregunta-respuesta: “No hay preguntas improcedentes, sino respuestas que no redirigen lo planteado hacia el contexto apropiado”. Manuel Martín-Loeches ha sabido respondernos sabiamente, lo cual le agradecemos tanto como al mismo hecho de que haya dedicado un tiempo para respondernos.



1.-En su libro Atención y Esfuerzo, Daniel Kahneman ponía de manifiesto que la atención tiene una capacidad limitada, comentando una serie de ingeniosos estudios que realizó midiendo el diámetro de las pupilas en procesos atencionales. Este año otro Daniel, Goleman, saca un libro de título Focus en el que habla de la atención como un músculo que puede fortalecerse, (un poco como Cajal se refería al cerebro en su conjunto). Para Goleman, del fortalecimiento de la atención se obtendría una notable mejora en el modo de enfocar y vivir la vida. Usted que ha estudiado la atención, ¿qué podría decirnos de su capacidad? ¿Podemos mejorar nuestra atención, aumentar su capacidad, lograr ser más conscientes de lo que hacemos y de lo que nos rodea con un “esfuerzo” o “refuerzo” de atención? ¿Podría decirseque Kahneman y Goleman hablan un mismo lenguaje cuando hablan de atención?
A la última pregunta respondería que espero que sí, que el término atención está suficientemente bien definido dentro de la Psicología como para que en eso estén de acuerdo. La atención, como prácticamente cualquiera de nuestras capacidades cognitivas, puede ejercitarse y mejorarse con entrenamiento. Lo confirman los campeones de memorización en concursos internacionales, que entrenan una gran cantidad de horas pero, a la vez consiguen resultados espectaculares, multiplicando hasta por 3 o 4 la cantidad habitual de elementos almacenados en memoria, y esto gracias a una mejora también en sus capacidades atencionales (con el ejercicio, estas personas consiguen ver más dígitos o palabras en muchísimo menos tiempo que el resto de los mortales.
Ahora bien, se pueden atender a múltiples aspectos de los estímulos, y es cierto que este tipo de ejercicios incide en aspectos más bien superficiales, como los fonológicos o los secuenciales simples, sin ninguna relación con otro tipo de aspectos (cruciales para poder cambiar el modo de enfocar y vivir la vida) más complejos y semánticos o conceptuales, más abstractos. Y aquí ya hablamos de otro tipo de capacidades cognitivas no directamente relacionadas con la atención. También se pueden ejercitar, por supuesto, pero en este punto nos movemos en aspectos de la mente que dependen más de aspectos intelectuales generales en los que, como sabemos, hay un peso algo más importante de la herencia biológica sobre la experiencia o la educación.
Pero, se ejercite mucho o poco, hablemos de atención en cualquiera de sus modalidades, o de cualquier otra capacidad cognitiva, siempre tendrá un límite. La afirmación de Kahneman es por lo tanto cierta, aunque, como dice Goleman, podamos subir ese límite.

2- Fuller Torrey propone en su libro Schizophrenia and Civilization de 1980, que la esquizofrenia es una enfermedad de aparición reciente (de alrededor de 1800). Entendiendo esquizofrenia por enfermedad en adultos jóvenes con deterioro, y, por supuesto con disminución de la fertilidad, es decir, que no se refiere solo a psicosis o paranoia, sino esquizofrenia en el sentido de defectual o de demencia precoz. También Hare refiere que no hay descripciones ni históricas, ni literarias de este tipo de esquizofrenia anteriores a 1800. ¿qué piensa de estas ideas?
No creo sinceramente que ese sea el caso, ya que hay varios factores que explicarían por qué no parece surgir la esquizofrenia antes de esa fecha, y por qué no sería tan reciente. Creo, por un lado, que es una cuestión de definiciones y registros, que no serían más sistemáticos para trastornos mentales hasta fechas más recientes. Que la enfermedad conlleve ausencia de descendencia en aquellos que la manifiesten no es una razón de peso porque otros portadores tendrían esos genes y tener tasas de descendencia normales, e incluso podrían beneficiarse de aspectos positivos que pudiera implicar el portar algunos de esos genes. Lo mismo se ha dicho de aspectos como la homosexualidad, para la que algunos autores consideran tiene una base genética, y su tasa de descendencia sería aún menor. De la esquizofrenia además sabemos que son múltiples genes los que contribuyen a la enfermedad, y que no en todos los pacientes se dan alteraciones en los mismos genes, y las distintas combinaciones de los mismos pueden ser muy variadas. Con esto también entraríamos en el terreno de si la esquizofrenia es una sola enfermedad o, como se va ya planteando, sino serían varias entidades distintas bajo un mismo nombre. La poligenia de la esquizofrenia también serviría como argumento para descartar que una enfermedad tan poligénica como la esquizofrenia haya surgido sólo hace 200 años. No tiene sentido.
3- En esta misma línea otras enfermedades/trastornos mentales podrían ser también producto de la civilización, entendida como sociedades con alta densidad de población y división del trabajo. Por ejemplo, es difícil pensar en la existencia de psicópatas en sociedades de cazadores-recolectores. Tenemos claros testimonios de que estas sociedades primitivas castigan a los “aprovechados” con el ostracismo, o incluso con la muerte. Parece difícil que una estrategia parásita como la del psicópata pudiera triunfar en este tipo de sociedades. Con respecto al Trastorno obsesivo-Compulsivo podemos pensar algo parecido. Si hay que ir a cazar y buscarse la vida por uno mismo parece más difícil perder horas en rituales de comprobación o limpieza, estos sujetos se reproducirían menos, aunque en este caso el argumento nos parece más débil que en los dos ejemplos anteriores (esquizofrenia y psicopatía).
Más que productos directos de la civilización, yo más bien creo que muchas veces lo que hace la civilización es exagerar algo que, en cualquier caso, ya estaba allí, aunque con menor frecuencia. El tema es no obstante mucho más complejo y lo que mencionas acerca del control social mediante el ostracismo o la muerte sin duda habrán contribuido sobre esas frecuencias. Yo creo también que muchos trastornos mentales, como la depresión, la ansiedad, el trastorno obsesivo-compulsivo, e incluso aspectos de otras como la misma esquizofrenia, o la psicopatía, se ven enormemente potenciados por el ambiente actual, generalmente de grandes urbes y grupos sociales y un ritmo de vida y familiar para los que nuestro cerebro no está primordialmente adaptado. La teoría de la “mente adaptada”, de Cosmides y Tooby, viene a proponer esto, que yo secundo: que nuestra mente, nuestro cerebro, se forjaron en la Sabana hace cientos de miles de años conviviendo en grupos de congéneres de no más de 100 o 150 personas. Todo lo que no sea eso supondrá un esfuerzo notorio para nuestros “módulos mentales”, con el consiguiente riesgo de fracaso y una mayor incidencia de trastornos mentales.
4.-Como estudioso del lenguaje desde un punto de vista psicobiológico, ¿cuándo y cómo cree que pudo aparecer? ¿Qué especies homínidas podrían tener lenguaje o protolenguaje según su parecer y a la luz de las evidencias paleontológicas y arqueológicas?
Las evidencias paleontológicas al menos van demostrando enormes similitudes entre los aparatos fonadores de humanos modernos y otros homínidos, ej., los neandertales, al contrario de lo que se venía creyendo hasta ahora. Por otra parte, si nos atenemos a lo que sabemos ahora sobre cómo es el lenguaje humano y cómo se imbrica éste en el complejo sistema de circuitos cerebrales, me parece muy poco plausible la teoría “sintactocéntrica” y de aparición súbita del lenguaje propuesta por algunos autores como Chomsky, Fitch o Hasuer, entre otros. El lenguaje abarca tantos aspectos relativamente diferentes y complejos que trabajan al unísono, que me resulta inaceptable que pueda ser el producto de una mutación única. Y no sólo en relación a la sintaxis –la considerada el “alma mater” del habla humana-, sino otros muchos aspectos también relevantes, como el léxico (o diccionario mental). Y la sintaxis como el “corazón”, como lo nuclear del lenguaje humano, también tiene mucho de discutible. Por un lado bien puede ser fruto de una elaboración cultural, pues se demuestra que muchas categorías gramaticales surgen por evolución de secuencias de palabras de otras varias categorías. Por ejemplo, en castellano hemos pasado de la expresión “A Dios encomiendo tu alma” a la interjección “Adiós”. No hay nada genético que marce la necesidad de esa estructura, es el puro uso de las palabras por una comunidad de hablantes, que suelen aplicar (normalmente de manera inconsciente) principios de economía, de discriminabilidad y eficacia en la intercomunicación, y de la ley del mínimo esfuerzo, como decía Zipf. Por otro, la “recursividad”, esa capacidad tan principal y exclusiva de nuestra sintaxis, al final parece que ni es tan principal, ni tan exclusiva.
En definitiva, la evolución del lenguaje pudo muy bien ser algo gradual, y haber estado presente, aunque con una sintaxis rudimentaria pero suficiente, desde los tiempos de Homo erectus. Aumentando y desarrollando el diccionario mental, junto con la evolución (principalmente cultural) de la sintaxis y su complejidad, habríamos llegado a un lenguaje como el nuestro.
5.-Hace poco que se ha publicado su libro, escrito junto con Juan Luis Arsuaga, El Sello Indeleble, en el que  abordan no aquello que nos hace como otro animales, que sería ese "sello indeleble" de animalidad señalado por Darwin, sino lo que nos hace únicos. ¿Qué nos podría contar de ese asunto de nuestra unicidad para animar a nuestros lectores a leer el libro?
Muchas de las cosas que nos hacen únicos tienen en realidad antecedentes en lo que no nos hace únicos, y en muchos casos son una exageración llevada al extremo de esas cosas que compartimos (como la mente social). Dicho de otro modo, y como defendía Darwin, el sello indeleble está por todas partes, hasta en lo que parece hacernos más especiales. Muchas cosas parecen, o más bien son, únicas, pero en el fondo se puede ver de dónde vienen sus ingredientes. Por ejemplo, la mente religiosa podría ser muy bien un producto de la necesidad de nuestra mente de encontrar “agentes”, responsables de lo que sucede, con intenciones, propósitos, sentimientos y deseos. De ahí podría haber surgido la creencia en “espíritus” y, por traslado de nuestras estructuras sociales, espíritus de mayor o menor rango, seres supremos o dioses, y seres supernaturales despreciables (como el demonio, por caso). El arte se podría entender en sus raíces por un intento de hiperestimular nuestros sistemas perceptivos, que es fruto de gran placer para el cerebro, junto con una capacidad manual que, si bien es también única entre los primates, no deja de ser un derivado, un desarrollo o evolución de la de aquellos. Y así, prácticamente todas nuestras “unicidades”; todas tendrían raíces en nuestra pertenencia al reino animal, todas tienen el “sello indeleble”. En el libro describimos muchas más de estas unicidades que, aunque lo parezcan, no han surgido de la nada –aunque, esos sí, presentan en nuestra especie unos rasgos excepcionales-.

6.-La ciencia tiende cada vez más a la interdisciplinariedad, como se puede observar en su colaboración con Arsuaga. Díganos, de alguna manera, confírmenos: ¿evolucionismo y neurociencia son ya ramas entrelazadas necesaria y definitivamente? ¿Cómo ve las incipientes disciplinas de la paleoneurología y la psicología y la psiquiatría evolucionista?

Y  yo añadiría la neurociencia cognitiva evolucionista, que sería la disciplina con la que más afín me siento. Bueno, la verdad es que no soy muy amigo de poner etiquetas, pero sí de aunar esfuerzos desde las disciplinas más dispares para descubrir más rincones de conocimiento. Creo que a día de hoy la neurociencia, la psiquiatría, la psicología, la arqueología y la paleontología no sólo pueden sino que deben ir de la mano a la hora abordar cómo pudo ser la evolución de nuestra especie. Quienes se dedican, desde el ámbito académico, al estudio de la mente son los que realmente saben de la mente (lo poco o lo mucho que se sepa), y por eso resultamos imprescindibles en el estudio de la evolución humana al nivel del comportamiento. Algo con lo que me encuentro muy a menudo es que desde la arqueología o la paleontología se producen intentos de definir las capacidades mentales de especies extintas, y de las diferencias entre éstas y los humanos actuales, pero que sin embargo utilizan una terminología y una definición de conceptos que, en el mejor de los casos, están trasnochados. Se habla mucho de mente simbólica sin tener claro ni bien definido qué es exactamente eso de mente simbólica, ni tan siquiera si es un constructo válido desde la psicología o la neurociencia cognitiva actuales.  Como digo, mucho concepto espurio y trasnochado y, lo que normalmente es peor, grandes dosis de introspección e intuición, pero no método científico. Para saber cómo pudo ser la mente de un neandertal, o de un Homo erectus, pongamos por caso, es fundamental conocer en profundidad cómo es la mente de un ser humano actual, y esto es algo que pertenece de motu propio a las disciplinas científicas de la psicología y la psiquiatría.

7.-¿Cuál sería a su juicio un gran descubrimiento sobre el cerebro que pudiera ocurrir en la década presente? Y por otra parte ¿Qué misterio del cerebro desearía desentrañar?
El gran misterio que me gustaría desentrañar es el del lenguaje. Sabemos mucho sobre el mismo, pero seguimos sin saber cómo se imbrica esa maquinaria cerebral para que todo vaya tan fluido y sea tan fácil, a pesar de la inmensa cantidad de cálculos que el cerebro tiene que desarrollar para poder comprender un mensaje lingüístico en apenas milisegundos, y considerando una enorme cantidad y calidad de información (desde lo fonológico y lo prosódico hasta lo más semántico y de conocimiento del mundo, todo en un instante). Otro gran misterio sería el de la consciencia: cuándo y por qué surge en nuestro día a día, y cuál puede ser su verdadera utilidad, por qué surgió por selección natural este fenómeno. Numerosos descubrimientos científicos están poniendo de manifiesto la aparentemente pobre utilidad de la actividad consciente respecto a la inconsciente, y que la consciencia no es ni de lejos un fenómeno exclusivamente humano. Hasta con ratones se están realizando experimentos sobre esta característica mental.
Respecto a descubrimientos futuros a medio plazo no espero nada demasiado increíble, pero sí un desarrollo tecnológico que nos permita ver cada vez más tejido cerebral en funcionamiento y con muchísimo mayor detalle.

8.-¿En qué está trabajando ahora?

Como siempre, sigo estudiando el lenguaje (especialmente en sus aspectos sintáctico y semántico) en su relación con otros aspectos de nuestra mente como pueden ser las emociones, las características del interlocutor, etc., en un intento por situar el lenguaje en su justo lugar dentro de la compleja maquinaria neurocognitiva.  Además de esto tenemos abiertos varios frentes, uno de los cuales es el arte; estamos realizando estudios de esa disciplina que se conoce como “neuroestética”, con el fin de integrar este comportamiento humano en un marco natural y evolucionista. Otro de nuestros frentes es el pensamiento religioso, donde igualmente vamos encontrando evidencias de lo mucho que comparte lo religioso con lo no-religioso en el cerebro. Mi fin último, mi proyecto a muchos años, es poder dar una definición natural del ser humano desde el rigor científico, desprovista de ‘homocentrismos’, espiritualismos y supercherías. Queda mucho por hacer en este sentido.

1 comentario:

arivera dijo...

Desde luego es una buena entrevista, tanto por las preguntas como por las respuestas. En general coincido con sus opiniones, sobre todo en lo referente al lenguaje, realización de estudios interdisciplinarios en los estudios de la mente humana, necesidad de establecer un modelo genérico sobre cómo funciona nuestra mente para poder comprender cómo pudo ser la de nuestros antepasados. Sin embargo, tras estas intenciones y haber leído el libro “El sello indeleble” me queda la sensación de cierta falta de coordinación interdisciplinaria entre sus autores, sobre todo en la relación entre los mecanismos evolutivos y la realidad psicobiológica actual. Da la impresión de que se está iniciando un camino interdisciplinario totalmente autónomo, donde aún les queda mucho que recorrer para llegar a las metas que se indican en la entrevista. Camino que espero que llegue pronto a buen puerto, para ver si sus conclusiones son similares a las ya elaboradas, pues ya ha sido recorrido en gran parte por otros.